miércoles, 16 de septiembre de 2009

Inteligencia y curiosidad

¿Se puede ser inteligente y carecer de curiosidad por lo que a uno le rodea?

Unos investigadores descubren la primera pista que relaciona inteligencia y curiosidad. El hallazgo podría dar lugar a fármacos que mejoraran el aprendizaje.





Los niños más inteligentes suelen ser los más preguntones, así que el sentido común nos dice que la respuesta a la pregunta es no; pero, ¿qué convierte a una persona en inteligente?, ¿una condición previa cuasi-innata que además aumenta la curiosidad o los conocimientos adquiridos por tener una gran curiosidad? Da la impresión que la inteligencia y la necesidad o voluntad por conocer están ligadas.

No sabemos muy bien lo que es la inteligencia, o quizás no la sabemos definir bien. Lo que sí sabemos inmediatamente es si nuestro interlocutor es o no es una persona inteligente. Se han propuesto sistemas para medir la inteligencia, como el famoso CI, aunque siempre ha habido polémica sobre si medimos o no realmente la inteligencia con él o si simplemente medimos la capacidad de superar los test de inteligencia. Y es que la inteligencia es un asunto bastante complejo y espinoso desde la corrección política. Algunos aspectos de ella sí se pueden medir bien, incluso para animales de laboratorio, como la capacidad de orientación espacial, la memoria, etc. Al parecer incluso se puede medir la curiosidad.

Ahora científicos de la Universidad de Toronto y del Hospital Monte Sinaí han descubierto un enlace molecular que liga algunas capacidades cognitivas y la curiosidad. Esto puede que dé lugar en el futuro a fármacos que mejoren el aprendizaje en humanos.

En el artículo publicado el pasado día 10 en la revista Neuron, John Roder y Bechara Saab explican el estudio con el que analizaron la interacción de dos proteínas en una pequeña región del cerebro denominada circunvolución dentada. Esta región forma parte del hipocampo (trozo del cerebro que juega un papel importante en la memoria a largo plazo y en la orientación espacial) y que estaba relativamente inexplorada en el pasado.

En el estudio se aumentó en una vez y media la presencia de la proteína NCS-1 (sensor de calcio neuronal en sus siglas en inglés) en la circunvolución dentada de ratones de laboratorio. NCS-1 es conocida por afectar a la memoria de gusanos en pruebas de laboratorio y de estar relacionada con la esquizofrenia y el desorden bipolar en humanos. Esta modesta sobreexpresión incrementó la habilidad de las neuronas para comunicarse entre sí y proporcionó a los ratones una memoria superior en tareas complejas. También aumentó significativamente el comportamiento exploratorios de los ratones, es decir, incrementó su curiosidad.

Como el aumento del comportamiento exploratorio se dio solamente en un ambiente controlado y seguro, es decir, que los ratones no tenían mayor necesidad exploratoria ni se sentían más amenazados que los ratones sin tratar, Rober y Saab creen que han descubierto una región del cerebro que genera curiosidad y un modelo de cómo la actividad cerebral lleva a la curiosidad.
Los investigadores descubrieron además que tanto la curiosidad como la memoria espacial se vieron disminuidas cuando se administró a los ratones un fármaco que evita que la NCS-1 se una a los receptores tipo II de la dopamina (el blanco típico para los antipsicóticos) en la circunvolución dentada. Este fármaco es supuestamente benigno y fue desarrollado en el hospital Monte Sinaí.

Según Saab ahora que ya se sabe que algunas moléculas y regiones cerebrales que controlan el aprendizaje y la memoria, además controlan la curiosidad. Según él se podría ir al laboratorio y diseñar un fármaco que mejorase las capacidades cognitivas humanas, lo que constituiría un beneficio en el futuro.

De momento se puede usar ya este nuevo hallazgo para investigar si la curiosidad está relacionada con la inteligencia o viceversa.

Desde aquí sólo añadir que los lectores de esta web parecen tener curiosidad por el mundo, así que deben de ser inteligentes.

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